La fuerza de un conjunto reside en su capacidad para no depender de sus estrellas y ser un bloque sólido, con mentalidad ganadora y que pueda ganar a cualquier combinado si se trabaja adecuadamente. El tenis es un deporte de corte claramente individual, pero que encuentra en la Copa Davis un lugar en el que la fuerza de un equipo alcanza un nivel superlativo. España ha aprendido a ganar sin su estrella. En el recuerdo de todos está esa victoria en la final de Mar de Plata ante Argentina, en la que unos problemas físicos impidieron que Rafa Nadal liderase al equipo entrenado en aquel entonces por Emilio Sánchez Vicario.
Pero en la Copa Davis, como en cualquier otro deporte colectivo, el grupo necesita sentir que alguien da un paso adelante, que alguien carga con un poco más de peso que el resto. En aquella ocasión emergió un genial Fernando Verdasco, que en esa ocasión demostró el gran jugador que puede llegar a ser y que sólo él parece empeñado en dilapidar con sus constantes fallos de concentración. Pero ese es otro asunto.
En esta ocasión no se necesitaron inventos, Rafa estaba aquí. Lastrado por la reciente celebración del US Open, y fatigado mentalmente tras una nueva derrota en una final ante Novak Djokovic, Nadal se presentó en Córdoba para ponerse a disposición del entrenador. Si se encontraba bien, estaba dispuesto a asumir la responsabilidad de liderar al equipo y llevarlo hacia la final de la Copa Davis.
El seleccionador nacional, Albert Costa, no dudo ni un instante y Rafa salió a la pista para abrir la eliminatoria ante el siempre peligrosos Richard Gasquet. Pero desde luego el peligro de Gasquet se esfumó en cuanto Nadal comenzó a abrir el juego y moverle de lado a lado, sin excesivo esfuerzo sólo repartiendo sus golpes con ese efecto diabólico que Rafa imprime a las bolas y que en tierra batida sólo Djokovic ha sido capaz de dominar. En cuanto Nadal se puso con 4-3 en el primer set, el partido se había terminado. A partir de ahí, un parcial de 14 juegos a 1 dieron a España el primer punto de las semifinales (6-3,6-0,6-1). Alguien que no hubiese visto nunca a Gasquet no le habría colocado entre los 100 primeros del ranking. Su falta de actitud durante el partido, desmoralizado y con los brazos caídos, demuestran lo que no tiene que ser un jugador de tenis.
Todo parecía indicar que el siguiente partido iba a ser más reñido, “como no es Nadal estará más reñido” parecía pensar la gente. Desde luego todos lo pensamos. Y una vez más David Ferrer nos calló a todos. Un hombre capaz de liderar a cualquier selección del mundo, y que en España vive a la sombra de Nadal, pero que en la Davis se multiplica. 6-1 6-4 6-1, de nuevo sin opciones para Francia, con un Gilles Simón que se encontro jugando contra una parede que devolvía todo y que con su derecha martilleó al galo hasta dejarlo exhausto.
España concluía la primera jornada sin desgaste y con un 2-0 en el marcador.
Y así, borrachos de victoria, llegó la selección al partido de dobles del sábado. El que ha sido nuestro gran handicap en la historia de la Davis pero que había encontrado en Verdasco y López a una pareja de continuidad, se reveló como el viejo fantasma del tenis español. Ninguno de nuestros jugadores estuvo fino, López desacertado y sin explotar su saque, Verdasco en uno de esos días que parece un amateur. Esta temporada esos días son demasiado habituales, una lástima pues es un jugador con calidad de sobra para estar instalado entre los diez primeros del ranking cómodamente. Llodra, probablemente el mejor doblista del mundo, y Tsonga tampoco ayudaron a que las cosas fueran mejor. Una compenetración perfecta y muy inteligente a la hora de aprovechar los fallos del rival. Fueron un ciclón para los nuestros (1-6 2-6 0-6).
El gran partido de Tsonga llevó a los franceses a recurrir a él como última esperanza. El hombre que había sido verdugo de Roger Federer en Wimbledon y en el US Open, feudos tradicionales del suizo, también podía ganar en su terreno a Nadal. La posibilidad de que así fuese fue disipada por Rafa con rotundidad, 6-0 en el primer set, y con continuidad para cerrar un partido fantástico (6-0 6-2 6-4). España estaba clasificada para su octava final de Copa Davis donde se medirá a Argentina, con quien se ha enfrentado ya en tres ocasiones en la historia de la competición, siempre con victoria.
Los problemas físicos de Djokovic allanaron el camino de la selección albiceleste ante serbia que, en cualquier caso, siempre es un rival temible. La final se jugará en España, y por tanto en tierra batida, lo que incrementa nuestras posibilidades, aunque aún no se conoce la ciudad donde se celebrará. Madrid, Sevilla y Valencia parecen las opciones más serias.
Sea donde sea, necesitamos a todo el equipo. Necesitamos que Nadal centre lo que queda de temporada en preparar esta final, ya que en la competición individual sólo la Master Cup de Londres queda pendiente como gran cita del calend
ario. Necesitamos a un David Ferrer que si está bien físicamente es capaz de ganar a cualquiera. Necesitamos compenetración en nuestra pareja de dobles, a Feliciano fin en el saque y en la volea como él sabe, y necesitamos ver de nuevo la magia de Verdasco, esa magia que hace ya tres años sirvió para derrotar a Argentina en su propia casa. Esta vez jugamos en casa, esperemos que la ensaladera se quede también con nosotros.
Víctor Ruiz