Tras deslumbrar a toda Europa con su fútbol, tras ser proclamado por méritos propios , tras dar a luz a jugadores de la talla de Alves, Baptista, Ramos, Navas, Poulsen, Puerta, Kanouté, etc. y tras adjudicarse en un lustro más títulos que en sus cien años de historia; de repente, la afición del Sevilla se ha convertido en una afición caprichosa e impaciente a la par que inconformista (esto último en el peor sentido de la palabra).
Tras la marcha de Juande Ramos, el hombre que puso a carburar la máquina, Manolo Jiménez se hacía con el timón de un equipo borracho de títulos. Por delante, un futuro dubitativo para el hasta entonces técnico del Sevilla Atlético, que sólo firmó hasta final de temporada.
Los jugadores jugaban de memoria, y Jiménez no tuvo mayor problema hasta final de temporada, de ahí que firmara una temporada más.
En su primera temporada completa como entrenador, con una plantilla semejante a la de Juande Ramos y un juego con pocas (ninguna en realidad) variantes, el Sevilla consiguió clasificarse para la Champions League de manera directa al alzarse en la tercera plaza del campeonato liguero. Algo que ni siquiera se había conseguido en los años en los que se ganaron los títulos (UEFA, Supercopa de Europa y de España, Copa del Rey...). Pero ese año no hubo títulos y comenzaron a fermentar las primeras quejas (hay que tener en cuenta que apenas habían pasado 8 años del último ascenso a primera del equipo hispalense).
El equipo había perdido hombres importantes como Poulsen, Keita, Alves, Maresca... (Puerta, que en paz descanse) y las llegadas no eran ni parecidas (Romaric, Konko, Acosta, etc.) aún así el equipo salió adelante al comenzar esta temporada y ha estado luchando por la tercera plaza todo el ejercicio, además de meterse en la final de Copa, eliminando por el camino al vigente campeón. Pero de pronto, todo se nubla.
El equipo cae en cuartos de la Champions League, se pierde ante el Madrid en el Bernabéu y se completa una mala racha de partidos en casa donde no se consigue ganar a equipos como Valladolid (18º), Getafe (10º) y por último el farolillo rojo, el Xerez.
De buenas a primeras, y con el equipo en la final de Copa y en quinta posición con el cuarto puesto a tiro, el Sevilla cesa a Jiménez y fracasa en la contratación del ex-seleccionador Luis Aragonés, propiciando la llegada de otro hombre de la casa: Antonio Álvarez (quien fuera segundo de Juande Ramos, que actualmente formaba parte de la secretaría técnica del club).
Nunca he apoyado la filosofía de Jiménez, un viaje de vuelta al sevillismo puro y duro, al fútbol marrullero, a las malas artes, a la pilleria, a los trucos, etc. Pero al César lo que es del César, ha mantenido al equipo en la cumbre del fútbol español y europeo, con lo que le traían, sin ningún mediocampista de creación (el pivote Romaric-Zokora no crea fútbol, y no digamos Duscher o Fazio y la improvisación de soltar a Perotti por esa zona), y sufriendo la decaída de Kanouté y el bajo rendimiento de Capel o Negredo entre otros.
No será recordado especialmente Jiménez en el fútbol, pero su cese no es justo, y me da que la situación del Sevilla empeorará antes de mejorar. Y es que no hay muchas maneras más de exprimir a esta plantilla que las que usó Jiménez, y solo funciona una, que Luis Fabiano, Negredo o Kanouté tengan el día y que Navas o Perotti se luzcan, y el nuevo entrenador comienza su andadura sin estos dos últimos, el de Los Palacios estará un mes lesionado y el argentino siete semanas. Suerte Antonio, la vas a necesitar.