martes, 31 de enero de 2012

Monumento al deporte


Djokovic logra su quinto Grand Slam en una épica final

La final más larga de la historia de los Grand Slam
Hay ciertos momentos en los que uno es consciente que está siendo testigo de algo grande. Eso es lo que pasó en la final del Open de Australia 2012, cuando todos los que amamos el tenis supimos que estábamos ante uno de los mejores partidos de la historia.
Novak Djokovic es el nuevo campeón del Open de Australia tras más de seis horas de lucha en una final épica, en la que ninguno mereció perder y los dos merecieron ganar. El serbio refuerza así su vínculo con este torneo, que ya ha conquistado en tres ocasiones. Djokovic es ya un coloso del tenis que ayer se alzó con su quinta corona de Grand Slam, y se une al selecto club de los jugadores que han vencido en tres Grand Slam de manera consecutiva. Su rival de ayer, Rafa Nadal, ya formaba parte de ese club, y es que el manacorense ya logró hace tiempo abrir las puertas del olimpo del tenis, unas puertas que Djokovic se ha empeñado en derribar con la misma contundencia con la que martillea a sus rivales. Pete Sampras, Roger Federer y Rod Laver son los otros tres jugadores que han ganado tres Grand Slam seguidos, claro está que estamos hablando de un escalón superior, un nivel de tenis que no entiende de barreras, ni siquiera aquellas que dicta la propia resistencia física.
Y es que Novak Djokovic y Rafael Nadal libraron ayer una batalla irrepetible de seis horas de duración cuyo marcador representa perfectamente el desarrollo del partido (5-7,6-4,6-2,6-7 y 7-5)

Nadal y Djokovic: retos y presiones
La final de ayer tenía mucho de psicológica, Novak Djokovic venía tras una temporada 2011 casi perfecta, de las mejores que se recuerdan y tras haber derrotado a Rafa Nadal en seis ocasiones, dos de ellas en las finales de Wimbledon y el UsOpen. Djokovic acudía con la presión que le perseguirá todo 2012, revalidar los puntos conseguidos en 2011 sabedor que pocos puntos nuevos tiene para sumar. Solo puede defenderse. Nadal llegaba a la final con la tranquilidad de haber mejorado el resultado de 2011 y sabedor de que Djokovic necesita otro año de perfección para no perder puntos. Pero esa tranquilidad era pura fachada, Rafa sabía de la importancia de cortar la racha negativa contra Djokovic e impedir que esta se extendiese en la nueva temporada.Con esa presión llegaron los dos a la final del primer “major” de la temporada.
El partido al detalle
El partido comenzó con un Nadal al ataque, queriendo coger la iniciativa y con un Djokovic excesivamente contemplativo. Esta fue la dinámica del primer set en el que a Djokovic le faltó agresividad, y cuando quiso corregirlo se encontró con demasiados errores. Un primer set muy táctico, con los dos jugadores controlándose en exceso, pero en el que Rafa hizo valer su mejor inicio de partido para llevárselo por 7-5, tras una hora y veinte minutos de partido en el que Nadal se mostró más suelto.
En el segundo set, Djokovic hizo algo a los que ya nos tiene acostumbrados: borrón y cuenta nueva. El serbio empezó a echarse hacia adelante, a pegar golpes más planos, a resistir más peloteos y, lo más importante, a tener más seguridad en sus golpes. Este Djokovic ya no fallaba tanto, y se parecía mucho al de 2011. El serbio se llevaba el segundo set (6-4), en un partido que seguía siendo muy físico y mental, y en que la calidad tenística era esperada dados los contendientes.
Djokovic pisó aún más el acelerador y mostró su mejor tenis para llevarse el tercer set por 6-2. Un tenis de altísimos quilates empezaba a apoderarse de la final, aunque por el momento, era Djokovic quien destacaba en ese espectáculo. Llevaban ya tres horas y diez minutos de partido y aún quedaba otro set, como mínimo.
Si por algo se recordará esta final es por el extraordinario nivel del cuarto y el quinto set. Cualquier otro jugador que no hubiese sido Rafa Nadal se habría deslizado por esa pendiente por la que le empujaba el bombardeo ya habitual al que somete Djokovic a todos sus rivales. Cualquier otro, pero no Rafa. Ninguno cedía terreno, interminables intercambios, puntos imposibles y mucha energía en cada impacto a la bola. Ni la lluvia quiso perderse ese espectáculo, afortunadamente las brillantes instalaciones de Melbourne posibilitaron que el partido no se detuviese más de quince minutos.
 Tras la reanudación, Nadal consiguió llevar el partido al tie-break en el cuarto set. Djokovic rezaba, literalmente, por acabar pronto y el público vibraba apoyando a Rafa, ávidos de más tenis y de un quinto set. Pequeños detalles cambian el curso de los acontecimientos, y en esa ocasión fue Djokovic quien vivió como dos bolas imposibles de Nadal le superaban y le arrebataban el set después de haber dispuesto de una ventaja de 5-3 en la muerte súbita. Nadal incendiaba Melbourne y su rabia helaba los corazones del palco de Novak Djokovic, que veían preocupados como podría afectar a su jugador haber visto como se le escapa el torneo cuando casi podía tocarlo. Más de cuatro horas y media de partido y había que volver a empezar en un set definitivo que lo decidiría todo.
La adrenalina y la inercia del tie-break llevaban en volandas a Nadal que llegó a plantarse en el set definitivo con una ventaja de 4-2. Pero ahí Djokovic se repuso, igualó el partido y supo aprovechar una fisura en la coraza de Nadal para romperle el saque. Nadal se agarró al partido, las casi seis horas que llevaban en pista eran un aliado en ese momento, esperando hallar él también algo de fragilidad en su rival. Pero no fue así, hace mucho que Djokovic dejo de ser ese jugador frágil en lo físico y en lo mental para convertirse en un coloso capaz de superar a Nadal precisamente en esas dos facetas en las que el español parecía imbatible: la mentalidad y el físico.
Un buen saque a la T y una derecha profunda terminaron con las defensas de Nadal, Djokovic se echó al suelo, roto, feliz. Siendo consciente de lo que acababa de hacer, su mirada poderosa expresaba la satisfacción de quien se sabe poderoso. Abrazo sentido con Nadal en la red para después soltar toda su adrenalina arrancándose de la camiseta: rabia y exhibición de fuerza.

Dos ganadores y el reto de Rafa
Djokovic lo expresó en la celebración: “Es una pena que no pueda haber dos ganadores” Cierto, una pena que en el tenis no valga el empate. La historia recordará a Djokovic como ganador del Open de Australia 2012, pero sobre todo recordará el espectáculo que nos brindaron los dos contendientes.
Nadal es, desde hace mucho, el mejor deportista español de la historia, y uno de los mejores tenistas de la historia, un club del que Djokovic es digno miembro, solo le falta un poco más de continuidad en el tiempo.

Nadal tiene ante sí un reto. Esta viviendo en sus carnes lo mismo que él producía a Federer, la sensación de que es imposible. Pero esto es diferente, y si cabe más difícil. El motivo es que en sus victorias sobre Federer, Nadal aprovechaba sus virtudes que incidían a la perfección en las carencias del suizo. Pero Djokovic ha cimentado sus victorias sobre Nadal en dominarle donde éste es mejor: mentalidad, físico y dominio desde el fondo de la pista. Además Djokovic tiene mejor saque. En cuanto al drive y al revés, es inútil discutir quien es mejor en esos apartados porque los dos son brillantes. Por eso el reto de Rafa es tan grande, porque tiene que inventar algo nuevo.

En el horizonte solo aparecen Federer y la historia
Nadal y Djokovic comparten generación y brillantez, una brillantez forjada por la necesidad de superar al que sigue siendo el mejor tenista de la historia y que sigue siendo el único capaz de plantarles cara: Roger Federer. Un verdadero honor  poder asistir al espectáculo que estos tres hombres nos han brindado en la última década.

Víctor Ruiz de Almirón

No hay comentarios: